



Viajamos para aprender, crecer y comprender mejor el mundo. Viajar nos hace vivir experiencias inolvidables y impacta nuestras vidas de una manera única. Sin embargo, viajar no solo impacta al viajero, sino también a las personas, los ecosistemas y la cultura del lugar visitado. A veces olvidamos que los lugares que visitamos son en realidad el hogar de personas y especies que dependen completamente de los maravillosos lugares que conocemos.

Experiencia de senderismo en el bosque de Acaxochitlan, Hidalgo.
Los destinos turísticos se han adaptado cada vez más a nosotros, en lugar de que nosotros nos adaptemos a ellos, y esto no solo hace que el destino pierda parte de su esencia, sino también parte de su naturaleza e identidad. En general, toda acción humana genera un impacto social, ambiental y económico, y viajar no es la excepción. De hecho, el turismo es una de las actividades que genera mayor impacto a escala global y depende de nosotros decidir si queremos que este impacto sea positivo o negativo para el lugar que visitamos.

Cada experiencia como viajeros conlleva una gran responsabilidad. Al no cuidar y preservar el equilibrio ambiental, se pone en riesgo la vida de muchas comunidades rurales e indígenas, ya que dependen directamente de los ecosistemas. Si un viajero elige agencias turísticas irresponsables, está socavando las culturas locales, contribuyendo a la degradación ambiental, la desigualdad social y la pérdida de la propia actividad turística de la zona.
Elegir un turismo responsable y participar directamente en los esfuerzos de las comunidades rurales e indígenas no solo nos hace realmente conscientes de la cultura y la esencia del lugar, sino que también garantiza el futuro de las comunidades y la naturaleza.
Generar un impacto positivo hace que nuestra experiencia de viaje sea más enriquecedora, ya que el viaje no solo cambia nuestras vidas, sino también las vidas de las personas en los lugares que visitamos.