Para los mexicanos de ayer y de hoy, honrar y recordar a sus ancestros y a sus difuntos es un tema sagrado que combina la tradición católica y el misticismo prehispánico, conmemorando la muerte como un elemento más de la vida y como una forma de recordar y honrar a los seres queridos.
La Ciudad de México alberga numerosas celebraciones, pero sin duda una de las más esenciales es el Día de Muertos, pues en los últimos años esta festividad se ha convertido en un importante atractivo turístico donde la ciudad recibe viajeros de todo el mundo que son testigos de eventos coloridos, puestos de mercado que venden calaveritas de azúcar o chocolate, llamadas alfeñiques, florerías con vitrinas llenas de cempasúchiles recién cortados y miles de hogares mexicanos con altares y ofrendas en honor a la memoria de familiares, amigos o incluso héroes de la patria.
Durante los meses de octubre y noviembre se realizan distintos eventos que conmemoran a los difuntos; entre ellos, el “Gran Desfile de Día de Muertos”, nacido en 2016 e inspirado en escenas de “Spectre”, la película de James Bond filmada en la Ciudad de México. Este espectáculo tiene lugar a lo largo de un recorrido de unos 8.7 kilómetros por Paseo de la Reforma, una de las avenidas más importantes y emblemáticas de la ciudad, diseñada durante el Segundo Imperio Mexicano. El desfile incorpora carros alegóricos, los “Titanes” —que son marionetas y calaveras gigantes—, batallones de catrinas y segadores, globos monumentales, grupos de bailarines y acróbatas que ejecutan bellas coreografías acompañadas de música en vivo, alebrijes y ofrendas móviles. A este gran festival, además de ser el más colorido, asisten más de 150,000 personas, donde se siente la alegría, se viven las tradiciones mexicanas y la representación de los pueblos originarios.
Aún en la Ciudad de México, pero en la alcaldía Tláhuac, se encuentra un pequeño pueblo llamado Mixquic, que significa “donde hay mezquites”, uno de los lugares más visitados en estos días, ya que su celebración se apega a la tradición mexicana del Día de Muertos: la comunidad honra y respeta a sus difuntos, manteniendo y transmitiendo la costumbre de generación en generación; además, se organiza en conjunto con la feria municipal. El 2 de noviembre se realiza la “Alumbrada”, donde miles de velas iluminan las tumbas decoradas con flores.
Otra gran tradición son las Mega Ofrendas, una iniciativa que comenzó en 1997 por impulso de la comunidad estudiantil y que se ha convertido en un festival con creativas propuestas artísticas en el que participan estudiantes y profesores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considerada una de las 100 mejores universidades del mundo, la segunda mejor de América Latina y la más prestigiosa del país. En este evento, diversas facultades, escuelas, preparatorias y entidades presentan y compiten a la vez con ofrendas en forma de tapetes de aserrín, flores de cempasúchil, semillas y mandarinas. Cada año, alrededor de 1,500 estudiantes, trabajadores y miembros de la comunidad presentan un tema representativo del país que sirve de eje para el diseño de las ofrendas; algunos han sido: el Movimiento del ’68, el Muralismo Mexicano, México-Tenochtitlan, entre otros. El resultado son más de 80 altares monumentales que cualquier visitante puede ver y disfrutar en la Plaza Santo Domingo, en el Centro Histórico de la ciudad.
Si algo distingue a México es la forma en que honra a sus difuntos; esta tradición pinta de color todas las calles de la ciudad: en las casas se colocan altares con la comida favorita de los fallecidos, agua y pan de muerto; también se ponen fotografías y se decora con papel picado y con la representativa flor de cempasúchil, originaria de México, cuyo nombre proviene del náhuatl “Cempohualxochitl”, que significa “veinte flores” o “muchas flores”. La razón de su uso viene de los ancestros, que asociaron el color amarillo de la flor con el sol; la tradición marca hacer caminos con flores de cempasúchil, desde la calle hasta el altar de la casa, para guiar las almas hacia las ofrendas.
Decorar tumbas, montar altares sobre las lápidas y el uso de elementos icónicos como el pan de muerto, las velas y las flores tiene un gran significado para las familias, pues se piensa que ayudan a guiar a las almas y a caminar por un buen sendero tras la muerte.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró esta festividad Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2008, debido a su importancia y significado, ya que es una expresión tradicional —contemporánea y viva al mismo tiempo—, inclusiva, representativa y comunitaria.
En México, el Día de Muertos varía de estado a estado, de municipio a municipio y de pueblo a pueblo; sin embargo, en todo el país mantiene el mismo principio: reunir a las familias para dar la bienvenida a sus seres queridos que regresan del más allá.
La celebración del Día de Muertos es una tradición familiar que se comparte de generación en generación y que vale la pena preservar y vivir cada año.